martes, 15 de noviembre de 2011

LIMA DE OCTUBRE - Oscar Otoya Pastor

A paso lento va nuestro Señor de los Milagros, caminando desde temprano por las calles de lima,  avancen, avancen hermanos! No estorben al cargador! Grita el capataz que comanda la cuadrilla. Por las calles se desborda aquel mar morado...gimen los pies maltratados, la fe permanece sorda. El corazón que lo adora. El pueblo a sus pies llora al que nunca negó perdón, el Cristo Moreno. El martillo da dos golpes en la campana, el anda sobre hombros nazarenos, el milagro de volver a verlo comienza. El Perú que se une cada primer sábado de octubre, lo aclama ansioso. Las puertas se abren y he ahí nuestro Moreno. El pueblo saludándolo con pañuelos blanquimorados y con las manos abiertas, lágrimas de la emoción caen, se sienten los brazos de Jesús abiertos calmando nuestros dolores, nuestros pesares ocurridos en su ausencia, perdonando nuestros pecados; rezando caminamos con él agradeciendo, implorando la salvación y el perdón.
Pero, quien es él, qué hizo para que lo siguieran multitudes, qué lo hace tan milagroso, tan divino, tan maravilloso, tan sagrado. Cuenta la historia que en 1651 un humilde negro esclavo traído desde su natal Angola en una pared de adobe del barrio de Pachacamilla, impregnó  la imagen de Cristo crucificado,  He aquí los testimonios de fe:
Primer milagro: El bendito muro permaneció en pie tras un terremoto en noviembre de 1655 quedando desolado y abandonado.
Segundo milagro: En el año de 1660 apareció don Andrés de León, que cubrió con un techo improvisado y le comenzó a rendir culto. Este hombre, sufría de un tumor maligno y le imploró a la imagen del Cristo crucificado que lo curara siendo así el primer favorecido del milagroso.

Tercer milagro: Ciertos desordenes luego de las misas de los viernes llamaron la atención de las autoridades virreinales, que mandaron a derrumbar el mural, pero; ninguno de los encargado pudo lograr lo dictado, desmayos, inmovilidad de los cuerpo, y jamás…jamás la imagen se tocó.
Cuarto milagro: volvió a quedar en pies tras el terremoto del 20 de octubre 1687, donde apareció Sebastián de Antuñano: fue el primer mayordomo del Cristo de Pachacamilla y mandó reproducir la imagen original en un lienzo para sacarla en procesión donde los milagros se fueron multiplicando y  la fe aumentando. Actualmente por cada diez peruanos, ocho han sido bendecidos con milagros.
¿Por qué el habito morado? Sor Antonia Lucía del Espíritu Santo, fundadora del Instituto Nazareno, quien recibiera ayuda de Sebastián de Antuñano para la construcción del Monasterio. A raíz de una visión espiritual donde Cristo le entrega su túnica, su corona de espinas y un cordón, las religiosas comenzaron a usar el hábito morado, símbolo de fe y penitencia, el cual también lo llevan los fieles por devoción o por una promesa hecha al Señor.
Y fue entonces, que el Cristo de los Milagros se convirtió con el pasar de los años en una tradición peruana que se transculturizó por todo el mundo arraigando la fe.
El Señor de Pachacamilla es nuestro patrimonio cultural, patrón nuestro, su rostro es un milagro, sus andas una bendición, todos lo acompañamos en procesión, implorando por su santo perdón. Acompañémosle nosotros, sus fieles devotos, porque es un faro que guía a nuestras almas y nos hace salir de las sombras, sintámonos dignos de sentir su perdón y bondad. Cargarlo es un privilegio, acompañarlo un honor; cantarle y sahumarle es amor, prenderle un cirio es decir ¡aquí estoy señor!...
Rézale al Santo Patrón, no esperes un terremoto o una desgracia, porque si el muro se hubiese roto, ¿qué hubiera sido del Perú? Él es humildad, nosotros, escombro; no busques ojos de asombro, sé modesto y sereno.
Atrás Pizarros y Almagros, atrás las sillas virreinales, y paso a nuestro Señor de los Milagros, el mejor regalo que Dios le pudo dar al Perú.
Amén

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