martes, 29 de noviembre de 2011

EL DIARIO DE JULIANA

Creación de: Michelle De la Cruz Gregorio

Hola, me llamo Juliana y este es un fragmento de mi diario quería hacerlo publico ya que tantos sentimientos encontrados me agobian, se que debí hacer esto hace tres años pero no me atrevía pues padecía de una depresión un poco crítica y tantos medicamentos que me dieron pospusieron que lo haga, bueno lo importante es que lo estoy haciendo ahora. Comenzaré con un suceso que marcó mi vida para siempre.
Era marzo y mi madre me cambió de colegio, como estaba acostumbrada no protesté pasó el tiempo y llegó abril, nuevo colegio, nuevas amigas, pero igual de monótona mi vida; en lo que respecta sobre amigas. Debo añadir que soy una chica sumamente callada casi invisible para todos incluyendo a mis padres.
El primer día de clases, entrando a mi salón, fue la primera vez que lo vi, apenas fije mis ojos en él me hipnotizó, me sentí en las nubes, yo creía que estaba “enamorada” por primera y única vez. Los primeros días no sabía cómo hablarle porque era un chico muy rebelde y extrovertido y yo su antónimo. Pero como dicen por ahí “Los polos opuestos se atraen”. Un día él me habló y yo estaba tan nerviosa que empecé a tartamudear, sus amigos  al observar esto se mofaron de mí, pero él no lo tomó graciosamente, reaccionó de otra forma, me miró fijamente a los ojos y me regaló una de sus mejores sonrisas. Cogió mis manos y me invitó a salir, yo estaba totalmente estupefacta, recuerdo que acepté sonriendo y haciendo un gesto de aceptación.
Sentía por él tantas cosas que no se describen con palabras, era único. Actualmente me doy cuenta que nunca estuve enamorada sino estúpidamente ilusionada de él, pero a mis catorce años eso no se diferencia.
Nuestra primera cita de las muchas que se vinieron fue el inicio de mi cambio, el comienzo de mi fin; ese día el muchacho se portó como un verdadero caballero, me sacó de la puerta de mi casa, me abrió la puerta del taxi, tantos detalles que hacen aún que mi corazón se remueva a pesar del tiempo y los hechos, yo era la adolescente más feliz del mundo. Esa misma noche me propuso ser su novia y yo acepté, sellamos el acuerdo con un beso en los labios y una rosa roja en mi mano donde nuestro único testigo era la luna.
Mi cambio fue notorio con el pasar de los meses yo vivía y moría por él. Teníamos ocho meses de relación, los más dulces e inolvidables de mi vida, pero de repente apareció el fantasma de los celos en él, a veces me reclamaba tanto que me dejaba huellas de sus manos apretándome el brazo, otras llegaba a los golpes; yo sentía tanto por él que nunca se lo reproché. Pasaron otros tres meses de celos, golpes, gritos y pocos detalles pero en especial poco amor. Un día fui a visitarlo a su casa ya que me dijo que había enfermado de gripe y la verdad es que cuando lo vi su nariz estaba irritada, su rostro pálido y sus ojos hundidos y aun más, me reclamó porque llegue tarde, empezó a gritarme y yo protesté, me golpeó, mi labio se hinchó de la bofetada que me dio. Lo único que hice fue llorar;  él también lloró junto a mí pidiendo disculpas, recuerdo que levantó mi rostro, limpio mis lágrimas y me besó apasionadamente que hizo que perdiera la cordura. Entre caricias, roces y besos, me pidió que le demostrara que lo amaba entregándole la mayor prueba de amor: mí virginidad. Yo no sabía qué hacer, al principio pensé en negarme, pero luego calculé que si me negaba él me dejaría y, lo que yo menos quería era eso. Total, nunca nadie me dijo que fuera peligroso, todas las personas del mundo tienen sexo y yo no quería ser la excepción por miedo a  perderlo, acepté él me arrancó la ropa casi a golpes me abrió las piernas acerco su cuerpo junto al mío y de pronto sentí el más terrible dolor que jamás pensé sentir, lloré de la impotencia. Cuando acabó todo me vestí como pude y me fui.
Recuerdo que toda la noche lloré no solo por el dolor interno sino porque destrozó mi alma y yo se lo permití. A la mañana siguiente sonó el teléfono, algo dentro de mí me decía que era él, seguramente para disculparse por la forma cómo me había tratado la noche anterior, pues sí, era él, contesté pero lo sentía diferente, no me dejó hablar y me dijo: “Mi amor, perdóname por todo, yo no sabía lo que hacía, estaba drogado, mi mente estaba en otro lugar pero yo te amo, no puedo decir más que a mi vida porque no es cierto, nunca me volverás a ver, tengo un arma en mi cajón y voy a suicidarme, cuídate y espero que algún día me perdones, perdóname amor mío, perdón y bienvenida al mundo del sida”.
Aquellas últimas palabras me dejaron en shock. Recuerdo a mis padres que descubrieron todo y llorando me pedían perdón, pero era demasiado tarde aunque no para ustedes, por eso escribo esto para que tomen conciencia de mi error ya que yo no puedo remediar mis errores, pero ustedes sí, por ultimo les digo que gracias por haber leído una parte de mi vida.

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