miércoles, 16 de noviembre de 2011

MARINERA NORTEÑA, PASIÓN DE ORO - Ingrid Huapaya Gil

Pista 3, pareja 212, fueron las palabras que se oyeron al salir a la pista de baile en el V Concurso Nacional de Marinera “Pies de Oro” Carlos Aguilar en La Victoria. Recuerdo haber salido a la pista con una emoción casi  inasible, el sentimiento que experimentaba era extraordinario, sentía la música vibrar dentro de mí. “Coraje Cholo” fue la canción que me tocó bailar, una de mis favoritas por cierto, entré en la pista con la intención de llegar al podio con el 1er puesto y, sobre todo, por demostrar mi afición por un baile muy tradicional: La marinera norteña.
Esta danza nacional es típica de las regiones costeñas del Perú. Caracterizada por su fuerza, garbo, picardía y espontaneidad, en donde la dama y el varón se cortejan mediante movimientos y expresiones vivaces y energéticos, pero también delicados y elegantes en su estilo.
Empieza la música y ellos se miran fijamente, y a través de la distancia se siente la picardía y elegancia. Ella, la hembra, siempre primera, siempre segura y garbosa va ondeando el blanco pañuelo. El hombre con sombrero en mano trata de ser más próximo a ella y busca el nuevo contacto con miradas deseosas; el paso es ligero y efímero pues el reto se vuelve aún más halagador, Y ahora sí, empieza la jarana y ambos revoloteando el pañuelo se muestran como un dúo feliz, una pareja de amantes que enardecen y entregan a cautivarse y seducirse uno a otro. Con ritmo apresurado, la pareja se muestra en su más profunda unión.
Martha Graham, una de las mejores exponentes del baile profesional de los años 90, dijo: “Los grandes bailarines no son geniales por su técnica, son geniales por su PASIÓN”; es muy cierto, pues la característica principal de la marinera es la expresión y el mensaje que se le da a los espectadores. De nada sirve zapatear como los “dioses” si no existe la química entre pareja o el gusto y entrega por un baile tan típico y efusivo como lo es la marinera norteña.
Al entrar en el mundo de la marinera se percibe el sentimiento de ser peruano, aquel sentimiento de orgullo y patriotismo. La marinera cautiva y su verdadero significado surge a partir de entrar y crear una historia de amor en donde los personajes principales (los bailarines) encienden la chispa de tradición y peruanidad. Es un baile tan particular que ha sido declarado patrimonio cultural, por consiguiente  es emocionante representar de una manera peculiar esta distinguida manifestación y expresión artística.
Pero, ¿por qué bailar marinera? Por algo muy sencillo, la marinera hace que sientas desde muy cerca las raíces de la tierra natal que es nuestro Perú. Con su ritmo tan saleroso encanta y contagia alegría. Armoniza movimientos y te brinda confianza, un claro ejemplo: el varón al querer conquistar a la dama, genera todo tipo de recursos para galantear y dejar muy en claro su puesta de chalán. La marinera es sello de identidad y de  valores artísticos que emanan de los orígenes del mestizaje racial del Perú, con ella podemos representar a nuestro país a nivel internacional ya que delegaciones de diversos países acuden a los espectáculos y concursos que se organizan a nivel nacional. Es grandioso que fuera del territorio peruano, existan personas que deseen conocer todo sobre esta danza y, más aún, bailarla.
Bailar marinera también significa incluirse socialmente, puesto que personas de todo tamaño, edad y condición social acceden a jaranear a través de esta danza que va captando cada vez más aficionados. Es sorprendente ver cómo infantes desde tan temprana edad despiertan un gusto tan impresionante; en sus rostros se ve la alegría y gozo del baile. Algo que también me llama mucho la atención es ver cómo parejas con distintas habilidades pueden demostrar el tradicional coqueteo y singularidad de la marinera. Recuerdo haber estado en una presentación de campeones del 51º Concurso Nacional de Marinera organizada por el Club Libertad a mediados de este año y, como era de esperarse, los campeones todas las categorías debían estar presentes; pero una de ellas fue la que más obtuvo mi admiración y fue la de la categoría de la “Unidad” en la que se integran niños con habilidades y condiciones diferentes. Mientras apreciaba el baile surgió un vitoreo de palmas dirigidos hacia un niño con síndrome de Down que comenzó a bailar perfectamente la marinera, fue un momento crucial en mi vida, pues todas las personas que estaban en la tribunas comenzaron a aplaudir al son de la guitarra y el cajón. Ese niño era mi hermano, podía sentir la alegría que él gozaba y que  contagiaba al público espectador. Fue algo sensacional. El espacio del evento se inundaba de felicidad al ver a la pareja bailar la “Concheperla”.
Volviendo al tema resalto que todas las personas están invitadas a acercarse a la tradición de nuestro pueblo, a la belleza de su baile, a la armonía de sus pasos, a la vistosidad de su vestimenta. Por supuesto, de nada sirve tener horas y horas de ensayo si no se le pone la pasión que uno debe sentir. Es cierto, aprender esta danza demanda de tiempo pero nada te da más satisfacción que saber que lo haces es una pasión, pues es algo que nace de ti y que al sentir la música dejas tu cuerpo fluir en la alegría que emanan los compases de una marinera norteña. Entonces, eso es la marinera: un juego hecho de amor y fuego, galanura y respeto, en donde ambos expresan la satisfacción plena de haberse dedicado con esfuerzo, dejando de ser un simple hobby a formar parte de su vida.

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